Reflexiones del CEO de Gedeth, Juan Millán al hilo de la crisis energética y la crisis logística y la implicación de China e India en todo ello.
El otro día me invitaron a hablar en Intereconomía sobre la crisis del transporte y energía Entre la información que encontré leí una noticia que no por intuida dejó de sobrecogerme. Según el estudio de la Universidad de Sun Yat-sen de las 25 ciudades más contaminantes del mundo, 23 están en China. Hasta ahí la intuición que va en línea con el tamaño y escala del nuevo monstruo económico chino y su elevada población: China tiene +110 ciudades con más de 1 millón de habitantes
Donde vino la sorpresa es que estas 25 ciudades representaban +50% de la creación de gases de efecto invernadero. Es decir que si ponemos a todos los países del mundo a contaminar a la vez estas ciudades representan más que la suma de todos ellos.
Así, me vienen a la cabeza varias preguntas: ¿Cómo es posible? ¿Qué se puede hacer? ¿Por qué no se habla de ello más?
Este post no las puede contestar ni de cerca, pero si lanzar unas reflexiones
– No existen los milagros: El Partido Comunista Chino (PCR) ha protagonizado un éxito sin parangón en la historia sacando a varios centenares de millones de personas de la pobreza más absoluta. Sin embargo, no hay milagros puros en economía y ha generado una cara B.
El PCR gestiona sus objetivos por encima del individuo. Si eso supone “sacrificar” la calidad de vida o la propia vida de millones se justifica por el objetivo final (sea éste cuál sea). Esto que en las democracias occidentales nos aterraría (a veces) está en cada uno de los planes económicos que presentan.
– Esta situación tiene un claro cómplice: el proceso de globalización que tanto hemos defendido con su famoso “El gran salto a China” también tienen su cara B. Las grandes corporaciones occidentales (y algunas medianas) externalizaron sus cadenas de valor a China e India (ahora los chinos lo hacen a Vietnam, Camboya o África) para abaratar “brutalmente” sus costes sin olvidar que así sacaban fuera de sus países la contaminación.
Cuando evaluamos una inversión para nuestros clientes en Gedeth analizamos las externalidades económicas que conlleva, ya sean positivas (ahorro de costes) o negativas. En los procesos industriales intensivos en energía las más claras son contaminación y salud de los empleados e impacto en el entorno y, a gran escala como está ocurriendo, en el planeta. Por ejemplo, la contaminación industrial en China de las aguas subterráneas está llegando a un punto que los chinos de mayor poder adquisitivo ya no compran producto local sino importado porque no quieren envenenar a sus hijos.
– Está muy bien que se firmen acuerdos para luchar contra el cambio climático, pero si no son globales (no cuentan con los “vecinos” más importantes como China o India) no tienen mucho valor. No pido que se deje de meter presión a occidente, sino que se les aplique la misma presión.
¿Y qué puedo hacer yo como individuo? Por lo menos, tomar conciencia de qué está pasando y evaluar si le interesa tomar partido o no como consumidor, como ciudadano, como agente económico.
Esta disfunción del mercado genera que unos productores tengan extra costes (seguridad laboral, políticas verdes) que otros no tienen y que además les “penaliza” con respecto a los que no cumplen. Por supuesto, genera unos ganadores (fabricantes chinos/hindúes o grandes corporaciones occidentales que pueden fabricar allí) y unos perdedores: todos los individuos en tanto habitantes del mismo planeta y pequeñas/medianas empresas que producen según estándares más respetuosos con el medio ambiente. Es lo que denomino en mis clases la «paradoja del buen ciudadano»: en un estado que no persigue al que incumple lo que está haciendo es castigar al que sí lo hace.
La lucha contra esta situación será el gran reto económico que tenemos que afrontar. Y para terminar una pregunta: si esto es así, ¿por qué nadie le canta las cuarenta a China/India? ¿A quién beneficia este silencio?
Como dice Fernando Alfaro, la única ventaja sostenible es aprender antes que el resto. Hace unos años unos aprendieron de los ahorros de producir fuera. Ahora nos toca obligarles a aprender diferentes ventajas que no se carguen el planeta.